En materia de "gestión del tiempo", tenemos dos opciones:
- o nos ponemos al mando y manejamos con destreza el timón de nuestra agenda diaria
- o las pequeñas píldoras de información que nos asaltan continuamente acabarán devorándonos como una marabunta.
Desde que el mundo es mundo, por naturaleza, ante una situación de riesgo, los seres vivos actúan de tres modos: parálisis (inacción), enfrentamiento (acción) o huida (escape). Sabemos que es así y que solo es una cuestión de esperar para convencerse. De modo que, más tarde o más temprano, nos vamos a ver ante la tesitura de decidir ¿nos quedamos quietos y nos dejamos atrapar? ¿cogemos el toro por los cuernos? o ¿echamos a correr?
Si eliges afrontar el reto de ser productivo, necesitas ser organizado. No basta con eso, porque harán falta otras muchas cosas, tales como actitudes y aptitudes, enfoque, energía, contar con medios materiales y humanos, etc... Pero, desde luego, ser organizado y metódico puede resultar de gran utilidad para conseguir ese fin. La gestión del tiempo, que es como vulgarmente nos referimos a la gestión efectiva de la atención que prestamos a la información que nos rodea y a las actividades que nos incumben, requiere de un método de organización.