Las etiquetas son el complemento perfecto para gestionar toda la información relacionada con nuestros intereses y con los compromisos que adquirimos con los demás y con nosotros mismos. Pero su uso no puede ser otro que el de asociar cada entrada al propósito que encierra.
Estaremos de acuerdo en que no aspiramos a actuar al tuntún. Otra cosa es que a veces lo parezca. Para que no sea así, cualquier cosa que hagamos tiene que tener un “para qué” y contribuir en mayor o menor medida a cumplir nuestros objetivos. Si deseamos sacar el máximo potencial de nuestro tiempo, nos tenemos que obligar a usar las etiquetas en exclusiva para esta finalidad, que es de una importancia radical.
Usar las etiquetas para otros usos es esparcir el tiro y dispersarse de lo fundamental.
- No es necesario crear contextos ni de lugar ni de persona. Cualquier aplicación de gestión de tareas que utilicemos tendrá un bonito buscador donde podremos localizar el dato deseado en caso de necesidad.
- Crear etiquetas de energía o tiempo es algo estéril que apenas usa nadie a las dos semanas de estrujarse los sesos dándolas de alta.
Todo lo que no aporte valor, solo nos va a servir para complicarnos la vida, cuando lo que buscamos es justo lo contrario.